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Karla Rojo

Pliegues de lo interno



Todos somos crueles, todos somos monstruos, hacemos llorar a los demás, nos laceramos con bisturíes y cuchillas, con venenos y elixires, solo porque sí, no hay razón, solo parte de nuestra naturaleza, en el turbio terreno del alma humana, en su caos y defecto, en sus dobladuras. Todos somos un tanto Medea o Agamenón, desagradables y censurables para nuestro ser consciente, masoquistas y sádicos. Atormentados por nuestro frágil espíritu, por el rechazo o la soledad, tal vez sea ahí donde aflora nuestra verdadera personalidad, en ese mundo negro, tal vez es ahí donde nos complementamos completos al dejar de luchar con la consciencia y la razón, en hacer alianzas entre lo inconsciente, lo podrido y lo juicioso, y quizá la salvación emerge del mismo mal. Cuantos infiernos atormentados, cuantas mentes serán necesarias de explorar para comprender la culpa, el temor, la represión y la redención, para llegar al punto de inflexión que lleve al cerco de esa humanidad que inspire, que alimente, que construye y hace cambiar, que hace que a solas nos experimentemos y nos dejemos ir, libres. Que alegría produce descubrir oro tras caparazones ásperos, descubrir nuevas formas de vida que no eran las imaginadas, en esta lectura y percepción de las contradicciones y delicias de la psique humana, de nuestro mundo interior. Cuantos satanes se necesitaran para abrir el cielo. Somos polvo de oro.


 

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