¿Qué es la Antropología?*
*Ensayo ganador del Primer Concurso de Ensayo de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana. Asesor: Antr. David López Cardeña.
El yo, no es un ser que permanece siempre el mismo, sino el ser cuyo existir consiste en identificarse, en recobrar su identidad a través de todo lo que le acontece.
Emmanuel Lévinas
Introducción
La antropología como estudio del Hombre, en su complejidad biológica, social, psicológica, lingüística y material, conlleva una amplia gama de enfoques y análisis, lo que la convierte en una ciencia holística y, frecuentemente cuestionada, tanto por las demás ciencias sociales como las ciencias exactas.
Sin embargo, la antropología, como la conocemos actualmente, se ha encargado de estudiar la realidad simbólica del otro y no sólo se enfoca en su conducta, sino “al estudio de los procedimientos de la construcción de sentido” (Bessis, 2014: pp 19), refiriéndonos al sentido social y simbólico; rompiendo con el paradigma de la antropología clásica donde se veía al otro como exótico. Así, desde finales del siglo XIX, la visión occidental del otro se vuelve sobre sí misma y “descubre a la vez, la pluralidad social interna” (ibídem, 2014: pp. 24). Es decir, se encuentra a sí mismo en relación con el otro, ya que toma conciencia de que no está solo y tanto a nivel individual como colectivo “hay una puesta en plural de las identidades” (ibídem, 2014: pp. 25).
Esta definición que ha sido planteada sobre la Antropología como ciencia, hasta hoy en día, ha ido generando un debate epistemológico sobre la Alteridad, la cual a su vez es su espina dorsal; por ende, reafirmamos que la antropología contemporánea se encuentra en crisis, por los siguientes factores: a) incompatibilidad del concepto de antropología con el contexto actual; b) la inexistencia de límites claros en el ejercicio antropológico.
Para saber con certeza lo que significa la Antropología y desarrollar un concepto incluyente y acorde a la realidad actual, realizaremos un proceso reflexivo acerca de los puntos antes mencionados para sustentar nuestra posición sobre la definición de Antropología y dejar en claro que, es una postura diferente, que no trata de negar la existencia de otras, recalcando que no define la verdad absoluta del término y se tiene que estar replanteando continuamente.
I
En el siglo XVII, bajo la influencia de la premisa del dualismo cartesiano, hubo un cambio disruptivo en el que se hace una distinción muy clara entre las ciencias exactas (matemáticas) y las ciencias del espíritu (humanidades), originando tensión entre ambas a lo largo del tiempo. Esto ocasionó que a las ciencias humanas se les haya ido segregando y marginando por no considerarlas como ciencia debido a su carácter subjetivo.
Debido a la heterogeneidad del ser humano, su estudio requiere otro tipo de análisis científico y un cambio hacia una perspectiva hermenéutica (Lisón Tolosana, 2005: pp 164):
La ciencia no explica qué es ser humano, nada dice sobre las grandes aporías humanas de primeridad y ultimidad, calla sobre el sentido y significado de la vida, de su fragilidad y contingencia, de la terribilidad del Mal y de la muerte, no se hace preguntas sobre principios morales, no se plantea problemas de valor, no sabe de amor, agresividad y odio y no responde al preguntarle sobre el secreto y el poder de la belleza.
Es por eso por lo que las ciencias sociales han cobijado todo este entramado creacional del ser humano que las ciencias exactas dejaron fuera de su objeto de estudio.
El estudio de la naturaleza humana va más allá de esta perspectiva bipartita del mundo, debe oscilar entre el orden y el caos, entre la razón y la emoción, tanto las pulsiones biológicas como los sentimientos y las emociones forman parte de la razón humana.
Por lo tanto, la complejidad propia del Hombre radica en ser un ente dialéctico, capaz de superar su propia naturaleza biológica y complementarla con una visión introspectiva y reflexiva de la realidad. Este proceso de introspección nos permite percibir sentimientos, emociones, pensamientos; sin embargo, por este medio no podemos abarcar la totalidad de la experiencia del ser humano, requerimos la relación con el otro para acceder a la experiencia física, social y simbólica.
Si bien sabemos que la antropología desde sus inicios ha estudiado al Hombre, para poder abarcar el universo intrincado que éste representa ha sido necesario ir creando ramas para una mayor comprensión. Sin embargo, tomamos el modelo propuesto por F. Boas, porque en su momento influenció de manera determinante en el desarrollo institucional de la Antropología en el país. Esta subdivisión segmenta a la antropología en cuatro grandes disciplinas: arqueología, antropología cultural, antropología física y antropología lingüística. Cada una de ellas se especializa en un aspecto específico del Hombre y éstas a su vez se fragmentan en áreas más particulares de estudio.
La antropología cultural, se enfoca a la descripción y posterior interpretación de las distintas sociedades, tanto pasadas como presentes. Asimismo, analiza la cultura en sus múltiples aspectos. A lo largo de su desarrollo, ha devenido en varios enfoques que explotan distintos métodos de las ciencias y las humanidades, pero todos orientados por el concepto de cultura, y todo lo que representa: costumbre, mitos, tradiciones, creencias; y en general, la diversidad cultural. En su trayectoria ha estudiado tanto lo exótico (siglo XVI), como las prácticas habituales o cotidianas, teniendo como método por excelencia, la etnografía, en la cual a través de la observación participante nos permite describir y posteriormente interpretar realidades culturales.
Por su parte, la antropología física se basa en nuestro origen animal y nuestra naturaleza biológicamente determinada. Entre los enfoques que manejan, los antropólogos físicos abarcan desde la reconstrucción del aspecto evolutivo del Homo sapiens sapiens, hasta la diversidad y distribución genética tanto de poblaciones antiguas como contemporáneas. La antropología física nos ayuda a entender la simbiosis entre nuestra dimensión biológica y la dimensión simbólica.
La arqueología, como rama de la antropología, se ha enfocado con el paso del tiempo a reconstruir los estilos de vida de pueblos desaparecidos, intentando interpretar las representaciones simbólicas de estas sociedades por medio de la evidencia material. La arqueología trata de explicar con base en los vestigios arqueológicos la evolución de la humanidad, en un determinado contexto. Así la arqueología juega un papel muy importante en la historia de la humanidad, dado a que explica los fenómenos sociales pasados y el por qué el resultado de esta evolución; es por eso que la arqueología funge como pieza clave a la hora de entender el pasado y la aproximación hacia un futuro. Cabe resaltar que es muy fácil caer en la definición tradicional de Arqueología típicamente positivista, en el que el objetivo de su quehacer científico es únicamente el registro objetivo de los materiales que encuentre el investigador. Pero para llegar a conocer las realidades de sociedades pretéritas, es necesario que el arqueólogo genere un proceso comparativo e interpretativo. Sin embargo, el arqueólogo está consciente de que se limita a interpretar la cultura material del hombre, dado que la cultura espiritual o “no material” de esas sociedades ha desaparecido.
La antropología lingüística se encarga del “estudio del lenguaje como un recurso de la cultura, y del habla como una práctica cultural” (Duranti, 2000, pp. 21). Su sujeto de estudio son los hablantes, como miembros de sociedades singulares y complejas en una red articulada de instituciones sociales, creencias y valores entrecruzados. Se enfoca en la relación simbólica del lenguaje y el pensamiento.
II
Estas ramas de la antropología se han centrado en la alteridad que no es más que la cuestión del otro, pero este enfoque occidental de lo alterno todavía hasta el siglo XVIII se practicaba desde una postura etnocentrista, en el que se veía al otro como un ser “exótico” y se describía como alguien “no humano” distinto a la singularidad de los individuos de una sociedad civilizada. Fue hasta finales del siglo XIX, que los estudios antropológicos occidentales tornan en giro a la introspección en el que se dan cuenta de la pluralidad social interna en su misma sociedad y el término de alteridad entra en una crisis de sentido porque “si los otros son menos otros, lo mismo no es más lo mismo: se complejiza, se divide, se diferencia” (Bessis, 2014: pp 24).
Es entonces que el hombre vuelca su mirada hacia él mismo y se empieza a hablar de un “enemigo interior” y no tanto exterior como lo menciona Raphaël Bessis (2014), por lo que el exotismo queda rebasado por la nueva visión de la alteridad. La alteridad, por lo tanto, se refiere a mi relación con el otro, en tanto igual como diferente, es decir, somos diferentes pero iguales, donde vemos al otro tan similar al ser propio, y al mismo tiempo, con toda la diversidad biológica, cultural, material, lingüística que puede ser observable.
El otro no es considerado sólo a partir de sus particularidades individuales, sino como portador o representante de un universo simbólico, de una cultura en particular. Por ello, para que pueda llevarse a cabo mi relación con el otro, requiero estar inmerso en un conjunto de significaciones compartidas que den sentido a dicha relación, a pesar de las diferencias.
Algunos autores han concebido al ser humano como un ‘animal simbólico’[1], ya que para poder relacionarse con el mundo y con los otros crea formas simbólicas que lo ayudan a poder dialogar e interpretar estos símbolos con los que se orienta y guía en la construcción de su existencia. A través del universo simbólico, el Hombre construye su realidad y, por ende, se construye a sí mismo.
Estas formas simbólicas pueden considerarse como el ámbito relacional e intermedio entre lo biológico y lo social, lo subjetivo y lo objetivo; en esta dimensión se ubica lo imaginario, la realidad última donde se ordena (consciente e inconscientemente) todo lo humano.
Lo imaginario incluye los trayectos que hemos recorrido a lo largo de nuestra evolución, siendo cultural y biológico al mismo tiempo. Es representación porque generamos una realidad construida a través de un concepto y lo volvemos tangible. Así como configura las expectativas de una época histórica, al mismo tiempo, tiene que ver con los arquetipos de la psique humana. Toda nuestra cosmovisión crea la realidad.
El objetivar los imaginarios sociales al relacionarnos con el otro, permite la reproducción de valores, pensamientos, normas, creencias. Este proceso se da a través de la interiorización y exteriorización simultáneas, donde estamos sujetos a una historia no elegida (por medio de la familia, nación, religión), pero de igual forma, nos configuramos individualmente. Esto engloba el concepto de cultura propuesto por Tylor en 1871, en el que dice que:
Es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre. La situación de la cultura en las diversas sociedades de la especie humana, en la medida en que puede ser investigada según principios generales, es un objeto apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción del hombre (Harris, 1997: pp 4).
Este primer concepto de cultura propuesto por Tylor ha sido, en muchos casos, el pilar para definir el estudio de la antropología. No obstante, consideramos que, aunque sí es un elemento primordial en el estudio de la antropología, no alcanza a especificar todo el universo simbólico creado por el Hombre y generaliza sin tener una aproximación más precisa de lo que se concibe como cultura, y, por lo tanto, se requiere una reformulación constante de dicho concepto.
III
Entonces, todos estos puntos evidencian una crisis en la disciplina antropológica; primero porque el concepto de antropología tradicional no se adapta a toda la complejidad del contexto actual, ya que como mencionamos requiere estar replanteándose a la par del dinamismo del ser humano. Si el ser humano, como sabemos, siempre está en constante cambio, adaptándose y creando nuevas realidades, por consecuencia, la antropología debe estar continuamente replanteándose su devenir, pertinencia, sus métodos y técnicas, así como su objeto mismo.
La globalidad ha fungido como factor clave en la crisis de la antropología, ya que el entorno global ha dado paso también a una crisis de sentido, en la que el individuo por sí mismo crea sus propios procedimientos de sentido de existencia y a la vez de su identidad. Esto a su vez, crea nuevas formas de interacción, nuevos espacios, paradigmas, especializaciones, formas de organización social, normas, valores y áreas de estudio; cuestiones que hasta hace unos años no se concebían. Una revolución que iba a complejizar aún más las identidades, y que para el antropólogo se le iba a presentar como un reto teórico-metodológico. Por lo tanto, creemos que hay una incompatibilidad entre el concepto tradicional de Antropología con el contexto actual y debe ser reformulado.
Por otra parte, también debido al contexto actual en el cual nos encontramos, donde los límites simbólicos son difusos, la antropología ha visto trastocados sus límites conceptuales y prácticos, cuando a partir de la interdisciplinariedad han surgido multiplicidad de enfoques antropológicos, como por ejemplo: antropología virtual, antropología del consumo, arqueología cognitiva, arqueología de la basura, antropología del deporte, antropología del discapacitado, antropología organizacional, neuro antropología, arqueología forense, etc.
Creemos que es bueno que la antropología se enfoque en nuevos campos de estudio y se adentre en el estudio del Hombre, pero también, debe de tener claro su pertinencia en el ámbito laboral y de investigación.
IV
Para poder generar una definición que alcance a abarcar los diversos enfoques de la disciplina antropológica, partimos de la complejidad del ser humano en sus distintas dimensiones. Esta complejidad radica en poder conjuntar estas dimensiones que construyen la experiencia humana, donde lo biológico, psicológico, social y material requieren comprenderse no en un sentido jerárquico, ni como realidades separadas, sino complementarias. Todas estas dimensiones han incidido en el devenir de la humanidad.
Citando al autor Vygotsky (Geertz, 2002, pp. 204) “el uso de los signos lleva a los humanos a estructuras específicas de la conducta que lo liberan del desarrollo biológico y crea nuevas formas de proceso psicológico basado en la cultura”, inferimos que el elemento crucial para estudiar las dimensiones que construyen la experiencia humana es el símbolo.
Como menciona Carlos Reynoso (1987) desde el enfoque de la antropología simbólica:
Si existe un acuerdo más allá de la pura elección del símbolo como polo magnético del discurso, ese acuerdo consiste en considerar la cultura como sistema de símbolos y significados compartidos y en concebir la antropología como el estudio de ese sistema.
El Hombre, como ‘animal simbólico’, se envuelve desde el momento de su nacimiento en un sistema de símbolos ya creados y aceptados por una comunidad, en el que el símbolo es una manera de expresión de alguna significación de la cosmología interna del grupo. El símbolo tiene un carácter comunitario, no es creación individual, adquiere sentido en la medida que el ser humano se implica en él y en su dinámica compartida. El ser humano recrea y dota de nuevos sentidos al capital simbólico objetivado, ya que el hombre en su mismo desenvolvimiento en el mundo cambia, crea y se resignifica como ser, y da paso a nuevas realidades simbólicas de su contexto.
Es por eso, que concluimos que la Antropología es el estudio del Hombre, de sus distintas dimensiones, las cuales se intersecan en el símbolo y trata de explicar su significado, siendo el antropólogo parte de este entramado de significaciones compartidas y al mismo tiempo las describe. Asimismo, recalcamos que la crisis ha sido una constante en la Antropología, y por ello, requiere siempre estarse replanteando su objeto de estudio.
Fotografía de Jorge Solano
[1] Para Ernst Cassirer (1967) el animal simbólico se refiere a que los seres humanos pensamos y actuamos simbólicamente. A base de símbolos, vamos construyendo un universo propio que va más allá del mundo físico captado por nuestros sentidos.
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Harris, Marvin (1984). Introducción a la antropología general, España: Alianza Editorial, pp. 14-15.
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Krotz, Esteban (1994). Alteridad y pregunta antropológica. Alteridades. Vol. 4, pp. 5-11.
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