Presencia teotihuacana en la costa del Golfo: las evidencias en el centro-norte de Veracruz
Teotihuacan la gran ciudad mesoamericana por excelencia. Urbe estatal que capitalizo, dirigió y encauzo un sinfín de actividades en la mayoría de las distintas regiones culturales de la Mesoamérica Clásica. Estas interacciones[1] con otros asentamientos se comprueban con las intrusiones de materiales de estilos regionales en otras áreas, de las cuales el estado teotihuacano tuvo sus tipos y variedades diagnósticas que le caracterizaron.
Mucho se ha reflexionado sobre estas manifestaciones de materiales y símbolos ideológicos teotihuacanos en diferentes latitudes de Mesoamérica, el área centro norte de Veracruz no es la excepción, hallazgos en trabajos arqueológicos sistemáticos y descubrimientos involuntarios por los habitantes locales, han dejado entrever una supuesta interacción entre ambas culturas. Dichos contactos históricamente se han sustentado mediante los llamados “Teotihuacan Corridors”, planteado por García Cook (1981), seguido por Krotser (1981), y retomado tiempo después por Daneels (2002, 2014), Morante (2004), Pascual (2006) y Manzanilla (2017), entre otros.
El presente trabajo es una compilación sintetizada y descriptiva de los reportes y hallazgos de materiales que se relacionan con Teotihuacan, los cuales posteriormente serán agrupados, cuantificados y comparados sistemáticamente con otras áreas de Mesoamerica para poder ejecutar una interpretación preliminar de la posible interacción con la gran urbe.
Espacio geográfico
La sección de estudio se encuentra en la Costa del Golfo de México, específicamente designada con el nombre de centro norte de Veracruz[2] (figura 1). Está se delimita al norte por el río Cazones, al sur por la sierra de Chiconquiaco, al este por el mar del Golfo de México y por último al oeste hace lo propio Sierra Madre Oriental.
Figura 1. Mapa con la ubicación geográfica de los sitios arqueológicos mencionados en el texto (elaborado por el autor a partir de Mapoteca Digital de INEGI, Adobe Illustrator y Adobe Photoshop).
Modelos de interpretación
Para entender la evidencia de los materiales con formas teotihuacanas partimos de las teorías expuestas de Marcus (2004) para el área maya, Yarborough (1992), Santley (2007) y Daneels (2014) para Veracruz, las cuales conjuntamos de acuerdo a nuestro caso de estudio.
El primer modelo se relaciona con favores o redes/corredores comerciales y conquistas/alianzas militares o políticas/religiosas, ejemplo de ello son los corredores comerciales hacia el valle poblano-tlaxcalteca (García Cook, 1981) y valle de Maltrata; las conquistas políticas de Copán (Fash, 2002) y Monte Albán (Winter et al., 2002); enclaves como Montana (Bove, 2002) en el Altiplano Guatemalteco, así como también Matacapan (Ortiz y Santley, 1998; Santley, 2007) y Tepeyacatitla (Lira, 2004) en Veracruz, por mencionar algunos.
La segunda se enfoca en procesos de interacción/emulación simbólica de materiales de prestigio (tal vez entre la élite), teniendo como muestra los casos de La Joya (Daneels, 2014), Cerro de las Mesas (Stark y Johns, 2004) y Tres Zapotes (Pool y Stoner, 2004) en Veracruz.
Debemos aclarar la posibilidad de la funcionalidad simultánea de estos dos modelos con sus respectivas variantes, además la interacción de cada uno de ellos pudo ser de un solo evento o en varias etapas como menciona Santley (2007), teniendo contactos de forma directa o indirecta. Estos contactos directos como señala Daneels (2014) se dan entre un rango de 150-200 km de distancia como máximo, mientras el indirecto va de 200 km en adelante y se complementa mediante intermediarios (¿enclaves o sitios intermediarios?), además agrega que existe un contacto directo entre élites (noble a noble), teniendo rangos desde 200-1000 km de distancia como máximo.
Ahora bien, este fenómeno pueden ser de mayor o menor intensidad, Iglesias (2008) propone que la interacción fuerte se da a causa de la guerra, control político, presión económica y otros factores, mientras la débil se relaciona con el comercio, intercambio de matrimonios, peregrinaciones religiosas, entre otras.
Evidencias arqueológicas
El primer reporte escrito y gráfico de manifestaciones teotihuacanas lo efectúa el viajero alemán Hermann Strebel, evidencia la presencia de una pequeña mascara, la cual proviene del rancho San Eligio en las inmediaciones de la sierra misanteca y parece estar relacionada a un contexto funerario dedicatorio de una estructura arquitectónica (Strebel, 1889: 51-52, lámina V. figura 3), años más tarde Daneels (2004) realiza un estudio de máscaras de piedra en Veracruz, concluyendo que la máscara es una emulación local.
Cincuenta años después García Payón menciona supuestas evidencias de teotihuacanos de las fases Miccaotli (150-200 d.C.), Tlamimilolpan (200-350 d.C.) y Metepec (550-650 d.C.) en los sitios de Altotonga, Tapapulum y Xiutetelco (García Payón, 1943: 75), pero no da más detalles; continuamente (1947) hace el mismo reporte para los periodos Miccaotli (150-200 d.C.) y Tlamimilolpa (200-350 d.C.) cerca de Altotonga (Mota, 2016: 40), desgraciadamente no hay información específica sobre el contexto artefactos.
El primer hallazgo en contexto lo publica Du Solier (1945) para las terrazas del Cerro Oeste de El Tajín, ahí encuentra de 15 candeleros de una sola cámara, seis fragmentos de soportes rectangulares, tres cabecitas tipo retrato y dos fragmentos de copas.
Ya entrados los años 50´s, de acuerdo con García Payón (1950) en Xiutetelco, hay información de cuatro soportes rectangulares de vasijas trípodes de excavaciones controladas, además de dos candeleros de una sola cámara que provienen de saqueo.
Por otro lado Medellín (1952, a y b) hace mención de la presencia de cerámica anaranjado delgado en Santa Cruz (Altotonga), desgraciadamente no da cuantificaciones de los materiales. Más al norte, cerca del río Cazones, el mismo autor indica la existencia de un edificio en el sitio Kilómetro 47, el cual muestra un talud-tablero teotihuacano (Medellín, 1952a: 128), años después García Payón (1971: 528) menciona lo mismo; por desgracia no hay dibujos ni registro fotográfico del elemento. Por tal motivo es dudosa su autenticidad, y pudo ser confundido con estilo regional de “talud-tablero-cornisa volada”, característico de El Tajín.
Dentro de las excavaciones de Medellín en Potrero Nuevo, hay mención de dos fragmentos de vasos cilíndricos, así como un gran vaso cilíndrico con tres soportes rectangulares sólidos con decoración en relieve (Medellin, 1960: 190, 197), en dicha publicación no hay fotografías que ayuden a mejorar la interpretación.
Wilkerson (1972) evidencia la existencia de figurillas tipo retrato en Santa Luisa, estas son sólidas y hechas en molde de manufactura local con formas teotihuacanas del periodo Xolalpan (350-550 d.C.).
En el marco de las excavaciones de los Krotser´s en el Cerro Oeste de El Tajín y El Tajín, hay noticia de un borde evertido de un florero, así como la existencia de dos fragmentos de soportes de vasijas trípodes, todos estos materiales provienen de excavaciones controladas, hallándose entre los escombros de los edificios 20 y 21, así como en los ubicados cerca de las terrazas de la ladera oeste (Krotser y Krotser, 1973: 205, 213).
Intrínsecamente en la Sierra Norte poblana, dentro de la cueva de Huayateno, Ruíz (1982) encuentra siete mascaras antropomorfas hechas de piedra, las cuales formaban parte de una ofrenda, interpretando que tienen un estilo teotihuacano, tiempo después Daneels (2004) en un análisis de este tipo de elementos, argumenta que de las siete mascaras soló cinco tienen semejanzas teotihuacanas, siendo la número siete de posible importación.
Para Serafín hay mención de 17 soportes rectangulares de vasos cilíndricos, cabe mencionar que cuatro provienen de superficie y además también hay 22 candeleros sencillos y obsidiana verde (Daneels, 2002b: 659, 669; Jiménez, 1991: 46), desgraciadamente sobre la obsidiana no hay cuantificaciones publicadas. Tiempo después Rinke obtiene candeleros en El Tajín (Daneels, 2002b: 675).
En El Pital según Wilkerson (1994) existe la evidencia vasos cilíndricos trípodes con soportes rectangulares, los cuales son imitaciones locales y uno de ellos (soporte) tiene la imagen de un Tláloc; otro indicador fue la presencia de los llamados candeleros sencillos (una cámara), floreros, figurillas tipo retrato y obsidiana verde, aunque no da detalles ni cuantificaciones en la publicación.
Para Zacate Colorado, se han documentado siete figurillas denominadas tipo retrato, Vásquez (1997: 27) menciona que: “…las figurillas tipo retrato indican una fuerte relación con la industria alfarera de Teotihuacán”. Mientras Lira (1998: 41-42) dice que: “…las caritas tipo retrato son muy claras”.
En las inmediaciones del arroyo Tlahuanapa Pascual (2004, 2006, 2013a) ha documentado específicamente en Morgadal Grande por lo menos 21 soportes rectangulares, dos fragmentos de vasos cilíndricos trípodes, nueve candeleros de una sola cámara, dos copas y una figurilla tipo retrato, materiales que fueron encontrados en excavaciones sistemáticas sobre la Plataforma número 10.
Continuamente el mismo autor (2006:119-120) encontró un soporte y un fragmento de vaso cilíndrico trípode en Cerro Grande, el primero fue hallado en la Plaza Central, mientras el segundo proviene de la Plaza Poniente; también halló dos esculturas que contienen la imagen de la deidad de la lluvia teotihuacana en vista frontal (ibíd:152).
Del poblado de Poza de Cuero (antiguo Poza Rica) procede una máscara de piedra blanca traslucida de aproximadamente 15 cm (Daneels, 2004), la cual Daneels (ibíd.) propone que tiene rasgos teotihuacanos y es de imitación local.
Para el asentamiento de El Naranjal hay reporte de cinco soportes rectangulares y un fragmento de vaso cilíndrico trípode que muestra la impronta dejada por la unión de un soporte rectangular (Pascual, 2006), cercanamente al anterior asentamiento se localiza El Triunfo, aquí existe la evidencia de un soporte rectangular (ibíd.)
De las actividades arqueológicas realizadas por Pascual (2006, 2013a) en el Cerro Oeste de El Tajín reporta algunas formas teotihuacanas como son un soporte rectangular y dos fragmentos de jarras semejantes a floreros.
En el corpus iconográfico representado en esculturas pétreas que hay en las márgenes del río Tecolutla y zonas aledañas tenemos la presencia de dos deidades de la lluvia, la primera proviene de Vista Hermosa (Pascual, 2013b) y la segunda de El Tajín (Escultura #10952 del MAX). Siguiendo en El Tajín sabemos que hay tres esculturas (Escultura 1 del edificio 20, escultura 6 de la Pirámide de los Nichos y escultura #16051 del MAX) de gobernantes donde aparecen elementos como bastones de mando con o sin disco de pétalos y una parece portar una máscara al mero estilo teotihuacano, además de poseer un tocado de plumas ornamentado, donde se observan las figuras de dos serpientes de perfil con sus cavidades abiertas, muy parecidas a las localizadas en el fachada del Templo de la Serpiente Emplumada en Teotihuacan. A esto último Koontz (2011: 236) ha propuesto que las élites ubicadas entre las márgenes del arroyo Tlahuanapa se unieron al culto de la Serpiente Emplumada, lo que pudo traer consigo vinculaciones con Teotihuacan, y justifique el porqué de estos símbolos en la parafernalia de los gobernantes.
De acuerdo a los datos ilustrativos de Guzmán (2015) sobre el Museo de Xiutetelco y la exposición “La Sierra Norte de Puebla, miradas entretejidas”,[3] hemos identificado la evidencia de dos vasos cilíndricos trípodes, uno de estos decorado con bandas de cráneos, además de tres soportes rectangulares de estos, un candelero de una sola cámara, dos mascaras de piedra, dos figurillas de piedra verde y una deidad de las tormentas plasmada en una escultura pétrea.
Recientemente el autor ha documentado 12 elementos teotihuacanos dentro de colecciones particulares de sitios arqueológicos entorno de la región del Nautla, así como también en los museos de San Rafael (Veracruz) y Champlitte (Francia).[4] Estos son dos fragmentos de soportes rectangulares de vasijas trípodes, seis candeleros de una sola cámara y uno de doble cámara, una cabeza de figurilla posiblemente del tipo articulada y una máscara de piedra verde (tal vez de importación). Estas formas teotihuacanas provienen de los sitios de El Pital (4), Paso de Telaya (2), del resto no sabemos su exacta procedencia, pero aseguramos que son del cauce bajo del río Nautla (6).
Comentarios finales
En base a la evidencia de materiales con ciertas semejanzas teotihuacanas (figura 2) tenemos los siguientes: en cerámica 58 candeleros de una sola cámara, dos candeleros de doble cámara, 70 soportes rectangulares de vasijas cilíndricas trípodes (completos y fragmentos), 10 fragmentos de cuerpos de vasijas trípodes, cuatro floreros, cuatro copas, 18 cabecitas tipo retrato y una cabeza de figurilla posiblemente del tipo articulada o marioneta; en piedra hay dos figurillas de piedra verde, 11 máscaras de piedra, así como siete representaciones iconográficas de la deidad de la lluvia y tres discos circulares de bastones de mando. A esto habría que anexar la obsidiana verde en muy baja cantidad, presencia de Anaranjado Delgado para un solo sitio y una dudosa estructura con talud-tablero. Todos estos materiales arqueológicos se registran en un total de 20 asentamientos arqueológicos.
Figura 2. Materiales teotihuacanos de los diferentes sitios del centro norte de Veracruz; a) cabecita tipo retrato de El Pital (fotografía del autor); b) cabecita tipo retrato de El Tajín (tomado de Du Solier, 1945); c) cabecita tipo retrato de Zacate Colorado (tomado de Lira, 1998); d) cabeza de figurilla articulada de la región de Nautla (fotografía de Ives Berthelon); e) frag. de soporte talud-tablero de vasija trípode de El Pital (fotografía del autor); f) frag. de soporte talud-tablero y rectangular de vasijas trípodes de El Tajín (tomado de Krotser y Krotser, 1973); frag. de soporte talud-tablero de la región de Nautla (fotografía del autor); h) frag. de soporte rectangular de vasija trípode de Xiutetelco (tomado de García Payón, 1950); i) candelero de una sola cámara de Paso de Telaya (fotografía del autor); j) candelero de una sola cámara de la región de Nautla (fotografía del autor); k) candelero de una sola cámara de la región de Nautla (fotografía de Berthelon); l) candelero de una sola cámara de El Tajín (tomado de Du Solier, 1945); m) vasija trípode de Xiutetelco (fotografía del autor); n) mascara de piedra verde de la Cueva de Huayateno (fotografía del autor); ñ) mascara de piedra de San Eligio (tomado de Strebel, 1889); o) vasija trípode de Xiutetelco (fotografía del autor); p) frag. de florero de El Tajín (tomado de Du Solier, 1945); q) frag. de soporte rectangular de vasija trípode de El Tajín (tomado de Du Solier, 1945).
Podríamos deducir que un marcador común de formas teotihuacanas en el área son los soportes rectangulares de vasijas cilíndricas trípodes y candeleros de una sola cámara, así como también en menor medida las cabecitas tipo retrato y máscaras de piedra, ya que estos elementos son los de mayor presencia numérica.
De acuerdo a la tipología cerámica establecida por Rattray (2001) comparamos algunos de nuestros materiales cerámicos que se encuentran en contexto o por lo menos bien ilustrados y descritos, teniendo así evidencia teotihuacana desde la fase Tlamimilolpan tardío (250-350 d.C.) con los floreros, pero el mayor auge de elementos se da para las fases Xolalpan temprano (350-450 d.C.) y tardío (450-550 d.C.), siendo las vasijas cilíndricas trípodes de soportes rectangulares, copas, candeleros de una sola cámara y dos cámaras los marcadores arqueológicos.
Al contrastar los datos cuantitativamente y cualitativamente con áreas vecinas como el valle de Maltrata (Lira, 2004) y la sierra de Los Tuxtlas, especialmente con Matacapan (Ortiz y Santley, 1998; Santley, 2007), nuestros elementos arqueológicos hasta el momento parecen de mera emulación, además no hay presencia cualitativa de otros claros marcadores teotihuacanos como platos de fondo plano, vasijas con soportes de botón, cuencos con soporte anular, tapas de vasijas cilíndricas trípodes, incensarios tipo teatro y figurillas articuladas, entre otras más. Por otro lado el número de nuestros materiales por sitio es muy bajo a comparación de los dos anteriores, siendo la mayoría réplicas locales y no de importación.
Esta primera evaluación nos hace pensar que estas relaciones fueron de manera indirecta, posiblemente a través de sitios intermediarios del valle poblano-tlaxcalteca (¿Xalasco y Ocotelulco?). De acuerdo a los datos que ha proporcionado el barrio de Teopancazco sabemos que se hacían caravanas hasta el Golfo de México en las inmediaciones del río Nautla (Manzanilla, 2011), con seguridad hacia El Pital, sitio que pudo mediar el contacto con los demás sitios del centro norte de Veracruz, como lo hizo Matacapan en Los Tuxtlas. El motivo de la anterior travesía era llevar el flujo de bienes como animales de agua salada y dulce, vidrio volcánico de Altotonga, mantas de algodón, sastres y mano de obra especializada hacia el barrio teotihuacano (Barba et al., 2019; ibíd., 2012). La pregunta es ¿el contacto fue directo o indirecto?, por el momento la mayoría de los datos en la zona de estudio nos hacen alusión de uno indirecto y de baja intensidad, aunque el caso Teopancazco parece dictaminar lo contrario, a menos de que algún sitio del valle poblano-tlaxcalteca haya mediado todo entre ambos. Estamos conscientes que tratar de englobar un solo modelo de interacción para todos los sitios evaluados es muy impreciso, puesto que cada sitio es un caso específico, aunque por el momento debido a las escasas publicaciones de labores arqueológicas en extenso y la carencia de trabajos sistemáticos en la región tratamos de entrever dichos contactos en conjunto.
Ahora bien, de acuerdo a los anteriores materiales arqueológicos descritos podemos establecer una simple asimilación de un repertorio de formas (estilos), que con el paso del tiempo se fueron fusionando con la ideología local, teniendo como resultado objetos homólogos, puesto la mayoría de los elementos teotihuacanos son imitaciones locales, o en ocasiones imitaciones de otras imitaciones, un ejemplo de ello son los soportes rectangulares de vasos cilíndricos trípodes más tardíos de la cuenca del río Tecolutla, los cuales están decorados con iconografía local y no a la usanza teotihuacana como en los casos del río Nautla que posiblemente sean los iniciales. Otro caso similar es la apropiación del dios de las tormentas con diferente significado simbólico al teotihuacano, ya que se incorporó al ritual del juego de pelota en el caso del río Tecolutla y la zona de Misantla. Los únicos materiales de importación que destacan son la obsidiana verde y el Anaranjado Delgado en bajas cantidades, además de una máscara de piedra verde.
A manera de resumen no hubo una superposición de elementos culturales por parte de Teotihuacán en el centro norte de Veracruz, ya que el uso de los materiales e ideologías fue adoptado y asimilado por las élites locales para reforzar su estatus, y no por el resto de la población que cuantitativamente era la mayoría, suponemos que la escases de formas teotihuacanas en el área es por el uso exclusivo de estos grupos de poder. Por lo pronto sabemos que el área centro norte de Veracruz no estuvo ajena de la vanguardia teotihuacana.
[1] Entendemos como interacción la relación que se da entre dos sociedades o más de manera directa o indirecta.
[2] Además abarca una pequeña porción del territorio de la Sierra Norte de Puebla.
[3] Expuesta en el Museo Regional de la ciudad de Puebla.
[4] Son tres piezas arqueológicas que se localizan en la colección del Musée départemental d’Arts et traditions populaires-Albert et Félicie Demard ubicado en Champlitte, Haute-Saône, Francia. Dicha información fue proporcionada por el Sr. Ives Berthelon.
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