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Mauricio Alejandro Lovera Limberg

Teoría territorial en La Feria de Juan José Arreola




Pensar en territorio a través de la visión del autor una obra literaria permite conocer las formas y expresiones con las que la gente, un personaje o todo un pueblo hacen uso de los recursos que tienen a la mano para expresar su territorialidad, esta vista desde procesos de defensa, movilidad y huellas que dejan en el espacio, son formas de atender diversos problemas desde una visión que permita ser sensibles para captarlas, reflexionarlas y pensarlas en términos teóricos.


De esta manera, los argumentos vertidos por cada uno de ellos pretenden indicar un elemento de su realidad histórica o contemporánea que al cruzarla con datos de otras fuentes, se nos permite ver la amplia gama de elementos que están presentes entre las líneas de la obra literaria. Esos mínimos detalles que escapan del lector aficionado son atrapados por el pensador que en su afán de ver más de lo evidente, observa cada línea como si de un mapa se tratara.


Dicho lo anterior, cada fragmento extraído corresponde a un corte geográfico y estratigráfico, nos permite ver de manera extensiva, es decir hacia la línea de horizonte con valles, montañas, mesetas y ríos. También de manera intensiva, una secuencia histórica de los elementos con sus capas de entendimiento y superposición de las mismas. En ese sentido, la obra literaria toma el lugar de una realidad que se puede teorizar, a la vez que se le pueden hacer hipótesis y falsear las dichas formulaciones.


Con ello, los insumos extraídos de La feria (1963) corresponden a una realidad que Juan José Arreola construyó desde sus vivencias de niño, lo que escuchó entre muros y lo que para él significó Zapotlán, Jalisco, por lo que cada componente corresponde a un concepto de la red teórica del territorio, en donde a manera de nodo, cada intersección expone el argumento académico, el elemento literario y una discusión sobre lo que conlleva verlo desde esa posición.


Se debe agregar que, al ver la secuencia horizontal del proceso territorial y el proceso vertical en la obra, permite identificar elementos de poder que ejercen control sobre los sitios que son mencionados. Así, la teoría territorial se pone en práctica para analizar los componentes que están en cada contexto determinado, con ello se observan las narraciones desde el ojo sensible del lector aficionado, pero también desde la singularidad académica, cruzar ambas nociones nos permite ver las particularidades de la obra literaria.


De esta manera el ensayo se compone de dos partes, la primera en donde se contextualiza y justifica el uso de La feria para el análisis territorial, mientras que en la segunda parte se presentan los procesos territoriales identificados de los fragmentos extraídos de la obra, finalmente se anotan algunas conclusiones obtenidas.


La feria


La feria es una novela cuasi-histórica que se desarrolla en Zapotlán El Grande, Jalisco, cuyo núcleo urbano contemporáneo es Ciudad Guzmán. Esta se desenvuelve a través del micro-relato en escala temporal de lo que se vivió una vez acabada la revolución mexicana. De ello, Arreola expresa sus memorias próximas del pueblo que es originario junto con las narraciones de los acontecimientos históricos. Cada relato está dividido por viñetas realizadas por Vicente Rojo, por lo que cada una es una historia por sí misma, unas más extensas que otras. La prosa es sencilla y entremezclada con frases locales, deja ver el potencial empírico que el autor utilizó para la narrativa, además del trabajo de observación y recopilación de archivos que llevó a cabo.


De esta manera, los relatos en La feria son parte del proceso histórico que Zapotlán tuvo a lo largo del tiempo, ya que además de la revolución y la guerra de los Cristeros, fue un punto importante en el paso del Camino Real a Colima, mismo que fungió como punto de enlace entre el puerto de Manzanillo y la avanzada para Guadalajara: “el mal camino se hace presente con muchas barrancas y ríos caudalosos, la tierra es muy agría y trabajosa de andar” (Calvo, 1997: 23), así muchos de los fragmentos en donde se reclaman las tierras perdidas de los indígenas es debido, en gran parte, al paso del Camino.




Por otro lado, también se leen las disputas territoriales desde la colonia temprana a través del uso de documentos históricos que se mencionan, así como héroes culturales que exigen la tierra que les pertenecía a los indígenas. Dicho duelo territorial se fundamenta a partir de 1536, fecha en la que se forma el obispado de Michoacán y por varios siglos abarcó gran extensión territorial. Hasta que entre 1771 y 1792 el obispo de Guadalajara fray Antonio Alcalde escribe al rey Carlos III para pedirle que los partidos de La Barca, Zapotlán y Colima pasen a ser parte de la jurisdicción del obispado de Guadalajara, mismos que geográficamente se encontraban más cercanos a la ciudad central que a Valladolid (Jaramillo, 1992: 146).


De igual modo, es importante hacer mención de los grupos en el poder que ejercen el control sobre el territorio lo hacen, además de su evidencia material, a través de la noción simbólica referida en las ferias de los santos, mismas que son solventadas por hacendados y encomenderos que además están territorializando mediante el fraccionamiento de las tierras y la implementación material de la repartición, así como con la afirmación de ser los dueños, no legítimos, pero si los que saben obrar y hacer producir el campo.


Dicho espacio construido en La feria da cuenta de la capacidad de Arreola para narrar voces históricas, voces de su contemporaneidad y apuntalar elementos que se pueden reflexionar a través de su imaginario. De esta manera, los componentes territoriales se desdibujan en diferentes escalas; la de pueblo y la individual. Cada una de ellas es dependiente entre sí, por lo que la unidad territorial se ve manifestada desde las particularidades del espacio geográfico y el espacio social. Cada actor indicado representa un nodo y las acciones el lazo de interacción con los espacios en donde se desarrollan los eventos.


Fragmentos del territorio


Con respecto al proceso territorial de La Feria, el análisis parte de la propuesta que Haesbaert (2011: 32-34) indica como “TDR” Territorialización, Desterritoralización y Reterritorialización. La cual explica que el proceso territorial está ligado al individuo psicológico que está inmerso en el contexto social, con el cual hay un elemento desterritorializado y reterritorializado a nivel de pensamiento y materializado sobre cualquier cosa, recuerdo o fetiche, pero que además involucra la espacialidad humana vista desde otras áreas del conocimiento. Dicha mención procura atender a nivel individual la explicación e identificar las partes elementales que lo componen, pero además trata aspectos en las que las nociones del territorio toman cierto valor conceptual.


Sin embargo, el proceso antes mencionado se puede adaptar a los diversos contextos que se pretendan analizar. Con esta flexibilidad, los fragmentos del territorio identificados en la obra se presentan a continuación en forma secuencial, es decir, la forma en como creemos sucedieron los eventos a partir de la noción territorial, de esta manera la secuencia se expone de la siguiente manera; un territorio definido, ya sea materializado o pensado, posteriormente se territorializa, se marca en el espacio y en el tiempo para fijar sus límites, enseguida se defiende el territorio marcado o bien se lucha por no aceptar las marcas, luego está un proceso de desterritorialización al verse involucrados grupos en el poder inmiscuidos con intereses económicos, políticos o sociales. En cada uno de ellos están, en diversas escalas, el territorio y la identidad, ya que cada proceso involucra un nivel de acercamiento y apropiamiento personal.


Con ello, el territorio como categoría geográfica y concepto explicativo se aborda desde tres nociones: lo político, cultural y económico. Cuya diferencia reside en el tipo de actores involucrados aunque estos se relacionen entre sí (Haesbaert, 2011: 37-59). De esta manera, el territorio contiene diversas adscripciones que permiten ver de manera holística el proceso para posteriormente profundizar en las particularidades de las transformaciones que se desarrollan en un espacio determinado (López y Ramírez, 2012: 38). Pero además se integra a una visión de múltiples disciplinas que moldean, según sus intereses, el concepto para manejar desde esta categoría las problemáticas que se formulan (Capel, 2016: 5-6).


De esta manera, en la literatura de Arreola el territorio está presente en la exposición inicial con la cantidad de personas que habitan en Zapotlán desde tiempos inmemorables: “Somos más o menos treinta mil. Unos dicen que más, otros que menos. Somos treinta mil desde siempre” (Arreola, 1963: 7). Argumento que abre la discusión al hacer hincapié que la población ha hechos ese de ese lugar su territorio, su formas de vida y sus relaciones sociales, así mismo la escala poblacional denota la característica social y cultural del concepto presentado.


Por otro lado, la territorialización vista desde la organización y demarcación del espacio por parte de una entidad jurisdiccional mediante límites físicos (Ramírez, 2006: 172). Conlleva a definir lugares específicos a partir de un núcleo central, a fin de crear y mantener el contexto geográfico a través del cual se experimenta el mundo y se le dota de significado (Haesbaert, 2011: 76). Está indicado a través de las siguientes expresiones:


Acabo de comprar una parcela de cincuenta y cuatro hectáreas de tierras inafectables en un Fraccionamiento de la Hacienda de Huescalapa…La parcela está acotada por oriente y sur con lienzo de piedra china… A todos se les ha olvidado que nosotros los tlayacanques seguimos siendo autoridad, quieran que no. Esta vara de tampincirán que yo tengo en la mano es la misma, si no me equivoco, que recibió Agustín Hernández, indio principal, por mandato de rey de España en 1583 (Arreola, 1963: 8-9).


Expresiones que están inmersas en las nociones de poder a través de la materialidad reflejada en límites, en ambos casos hay objetos que funcionan como emblemas de poder, el lindero marcado por una barda de piedra y el bastón de mando. Ambos en diferentes escalas simbólicas que cumplen su función discursiva; manifestar el poder sobre el territorio.


Con ello pasamos a la siguiente expresión; defensa del territorio, misma que es expresada por Tinoco (2016: 73) al indicar que la defensa territorial es un concepto ligado al contexto y a las necesidades de cada comunidad, se pretenden recuperar elementos del paisaje geográfico, pero también formas culturales derivadas de los primeros a fin de preservar la autonomía política, económica y cultural. Por lo que el siguiente fragmento se identifica con los elementos expuestos.


Antes la tierra era de nosotros los naturales. Ahora es de las gentes de razón. La cosa viene de lejos. Desde que los de la Santa Inquisición se llevaron de aquí Don Francisco de Sayavedra, porque puso su iglesia en la Cofradía del Rosario y dijo que nos les quitaran la tierra a los tlayacanques… La cuesta de Sayula es un lugar muy funesto. Zapotlán y Sayula no se llevan muy bien, desde que tuvieron un pleito de aguas en 1542. Entre un pueblo y otro está la cuesta, un enredijo de curvas, paredones y desfiladeros que son la suma de nuestras dificultades… (Arreola, 1963: 8-22).


Así, pasamos al proceso último presente en la obra de Arreola, la desterritorialización, la cual está vinculada con las ideas expuestas al inicio del apartado, mismos que son los significados vertidos sobre el territorio demarcado, delineado y sujeto a una defensa, pero además está basado sobre dos binomios, un idealismo-materialista y un espacio-tiempo determinados, por lo que ocurren en un momento específico a través de ciertos actores identificados. De esta manera, el siguiente apartado da cuenta de ello.


El Rey de España mandó dividir todo esto en cinco comunidades indígenas, cada una con su tlayacanque, y los friales las convirtieron en Cofradías, cada una con su santo y su capillita. Y a la hora que se vino la Reforma, en vez de que las capillas fueran de las tierras, resultó que las tierras eran de las capilla, y por lo tanto, del clero. Fueron puestas en venta, y ya sabe usted quiénes las compraron. Vaya, si no, a buscar los nombres en los archivos (Arreola, 1963: 35).


Considerando que se mencionan actores clave que están ejerciendo su poder correspondiente, están actuando sobre actos específicos, situaciones delineadas por antecedentes históricos que los llevaron presentar los hechos que se mencionan. Con este desdibujamiento del territorio, se observan los procesos históricos que dieron pié a la organización social que Arreola va describiendo en cada uno de sus apartados.


Conclusiones


Las líneas provenientes del texto de Arreola son apenas unas pinceladas de su complejidad, tanto en obra como en análisis. Como se indicó al principio, las viñetas van marcando las pausas entre cada relato y se van acompañando a lo largo de la narración, haciendo llamadas entre uno y otro para avanzar en la trama, por lo que leer y observar el texto de esta manera permite al lector ir marcando los puntos para un análisis aquí marcado o bien profundizar en otros.


De esta manera, los territorios red indicados son parte de la noción que integra la visión intensiva y extensiva, se identifican lugares antiguos que permanecen arraigados a la memoria colectiva y que son yuxtapuestos por asentamientos contemporáneos. Las formas y relaciones perduran en cierta medida pero son ajustadas a las dinámicas culturales existentes en determinado tiempo. Con ello, cada territorio pensado, imaginado o creado es parte del tiempo vivido con una trascendencia de larga duración a través de prácticas, relatos y cultos.


Finalmente, la territorialidad se construye a partir de la integración de los aspectos geográficos, medioambientales, económicos y políticos, sus recursos y formas de posesión o tenencia. Se usa tanto por la geografía cultural como por la antropología y permite conocer espacios geográficos culturalmente modelados más allá de la percepción, reconociendo límites y fronteras, mismas razones que nos permiten pensar en diversos contextos, históricos, ficticios, contemporáneos, en donde la teoría territorial se puede aplicar.


 

Referencias


Arreola, Juan José (1963) La feria, editorial Joaquín Mortiz, serie el Volador, México.


Calvo, Thomas (1997) Por los caminos de Nueva Galicia, Universidad de Guadalajara, Centre Francais D´Études Mexicaines Et Centraméricaines, México.


Capel, Horacio (2016) Las ciencias sociales y el estudio del territorio. Revista bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, volumen XXI, número 149, Universidad de Barcelona, España, págs. 1- 37.


Jaramillo, Juvenal Magaña (1992) Apuntes sobre un territorio perdido. La Barca, Colima y Zapotlán a finales de la colonia. Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad, volumen XIII, número 51, El Colegio de Michoacán, México, págs. 141-156.


Haesbaert, Rogerio (2011) El mito de la desterritorialización. Del “fin de los territorios” a la multiterritorialidad”, Siglo Veintiuno, México.


López, Levi Liliana y Blanca Rebeca Ramírez Velázquez (2012) Pensar el espacio: región, paisaje y territorio y lugar en las ciencias sociales. En María Eugenia Reyes Ramos y Álvaro F. López Lara (coordinadores) Explorando territorios: una visión desde las ciencias sociales, Universidad, Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México.


Tinoco, Carrillo Alejandro Enrique (2016) Defensa territorial del extractivismo informacional. Memoria y sociedad, volumen 20, número 40, Bogotá, Colombia, págs. 71-85.


 

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