El semanawak : visión indígena del «universo» desde el sur de Veracruz
En el espacio se hace la historia, pues en el camino están las huellas de los que nos precedieron abriendo brecha y moldeando los terrenos confusos del pasado. En el sur de Veracruz, cualquier vereda está llena de experiencias pasadas que se actualizan y resignifican cada que volvemos a pasar por ellas. Ires y venires se condensan en la superficie de la tierra que nos muestran las pisadas de personas, animales y hasta seres sobrenaturales andados por el sendero la noche anterior. En un ejercicio de difusión del conocimiento, este texto pretende ilustrar esas huellas del pasado del mundo sobrenatural que los indígenas del sur de Veracruz han mantenido vivas a lo largo del tiempo con tal de dar explicación a su vida cotidiana y su entorno. A su vez, estas líneas en sí mismas recorren los pasos ya dados por los maestros que tuvieron la sagacidad de observar esas visiones del mundo indígena y cristalizarlas en tesis, artículos y libros para que el viento del norte no borrara las marcas de esas andanzas y memorias.
Popolucas y nahuas del sur de Veracruz
Las lenguas se agrupan en familias, de las cuales se desprenden ramales con más particularidades. Wichmann, Beliaev y Davletshin han propuesto que los popolucas están emparentados lingüísticamente con los olmecas. Piensan que antes del inicio del esplendor olmeca (ca. 1800 a.n.e), los grupos humanos de esta región utilizaron un idioma denominado proto-mixe-zoque. Con el paso del tiempo, este se bifurcó en dos variantes, el proto-mixe y el proto-zoque, los cuales se hablaron hasta por el 100 d.n.e. De estas dos se desprendieron otras lenguas, y de entre de ellas el popoluca, tanto una variante mixe, como una variante zoque (2008: 667-683).
Por otra parte, la lengua de los nahuas pertenece a la familia yuto-azteca, desarrollada principalmente al norte de México. Este grupo migró hacia el sur entre los años 700 y 800 d.n.e. y a su arribo se le atribuye la posible introducción del náhuatl en el mundo de los mixe-zoque (García de León, 1977: 11). A partir de entonces, los grupos popolucas y nahuas se han interrelacionado sin que unos se sobrepusieran a los otros en su totalidad. En 1580, el Alcalde Mayor de Coatzacualco daba Relación de su provincia y anotaba que “Hay diferentes lenguas, que es mexicano corrupto, popolucas, y mixtecos y zapotecas” (Quiñones, 1984: 119). Desde esos tiempos y hasta nuestra actualidad estas etnias han compartido espacios, un sinfín de saberes, tradiciones y visiones del mundo que explican la realidad circundante.
El semanawak: el universo
El pensamiento indígena es complejo, pero aquí solo me avoco en la cuestión de la estructura del universo. Alfredo López Austin, uno de los principales estudiosos de este tema, dice que este se organiza en el plano celestial, el terrestre y el inframundo. Hacia el plano celestial hay trece pisos y hacia el inframundo nueve, los cuales, son sostenidos por dioses en cada lado de los rumbos del cosmos (2016: 43-56). Esto lo ha podido establecer a partir de mitos que han llegado hasta nuestro tiempo por medio de fuentes escritas, orales y pictográficas. Pero en el caso del sur de Veracruz solo se ha podido rastrear desde la tradición oral. Además, hay una diferencia, y es que el medio ambiente circundante de sociedades costeras entra como una parte importante de la cosmovisión; ese elemento distintivo es la mar.
Hay trabajos que se publicaron hace ya más de cincuenta años y donde aparecen testimonios de personas que aún en la década de 1960, resguardaban en los intersticios de la memoria oral esta visión del universo. Dichas investigaciones etnográficas y etnolingüísticas dieron como resultado el poder caracterizar la estructura del cosmos de los indígenas popolucas y nahuas del sur, la cual se divide de la siguiente manera: el ta:hli o la tierra, el ta:logan, o mundo subterráneo, y lamar, es decir el mar (García de León, 1969: 292; Münch, 1983: 154).
El plano terrenal
El ta:hli es el espacio de los hombres y donde se desenvuelve la vida cotidiana, donde habitan los animales, las rocas y los cuerpos de agua; también es escenario de algunos episodios míticos que dotan de sentido a la materialidad. El retrato de este plano se puede encontrar en el mito popoluca del Hōmxuk, o dios del maíz. Aquí reproducimos solo un fragmento del mito (Calderón, 2004: 232-233; Cf. García de León, 1968):
En el principio del tiempo una mujer enviudó antes de nacer su hijo. Cuando nació, y ante la imposibilidad de darle de comer, decidió molerlo en el metate y tirarlo al arroyo, Dios no quiso que muriese y lo convirtió en un huevo. Una bruja caníbal llamada Chichiman lo encontró flotando, pero no pudo sacarlo, llamó a su marido, quien se dio cuenta que el huevo del agua era sólo un reflejo, realmente estaba en la rama del árbol. El brujo caníbal se quería comer el huevo, pero la Chichiman insistió empollarlo. A los siete días, del huevo nació un niño y en siete días más hablaba y caminaba.
[…] los tordos […] se burlaban de él. Pidió a su abuelo que hiciera un arco y varias flechas. Así mató a los tordos, pero su abuela se enojó porque eran sus gallinas. […] el niño Hōmxuk tuvo que revivirlos brincando siete veces sobre ellos, pero antes les puso unos ojos de maíz, pues cuando estaban muertos se los habían comido las hormigas. Los condenó a anunciar las lluvias.
Al crecer Hōmxuk, los brujos Chichiman decidieron devorarlo, pero él se dio cuenta y pidió ayuda al ratón y al murciélago. Como el niño dormía en el tapanco, una noche le hablaron sus abuelos, pero no contestó, fingiéndose dormido. El anciano brujo subió para matarlo, pero el murciélago le cortó la cabeza y el ratón hizo un agujero en el techo de la casa por donde escapó Hōmxuk. La bruja empezó a beber la sangre que escurría, pero como le supo amarga reclamó a su esposo, porque pensaba que se estaba comiendo lo mejor del niño. Cuando subió y encontró muerto al brujo, salió a perseguir al espíritu del maíz, el que fue dejando obstáculos en su huida, como grandes lagunas, montañas y breñales, los que pudo sortear la bruja Chichiman…
El mundo subterráneo
Por otra parte, el ta:logan es el mundo subterráneo y tiene una ubicación específica en la geografía terrenal: debajo de las Sierra de los Tuxtlas. Dentro de él vive el Dueño de los Animales y gobierna a todos los animales de la selva y protege de los cazadores a los tepezcuintes, seretes, tapires, etc. (figura 1). Así mismo en su interior hay manantiales de miel y caminos terrestres y acuáticos, donde se anda en unas lanchas en forma de lagarto. Este ser sobrenatural tiene ayudantes, los chanecos, que se encargan de conducir a los animales de caza a la superficie de la tierra y de volverlos a meter llamándolos mediante silbidos a la puesta del sol. “Se encargan de cuidar y curar a los animales malheridos por algún cazador y sus correrías por la tierra las aprovechan para capturar las sombras de las personas con el fin de proveerse de su manjar predilecto: la carne humana.” También habitan dentro de él seres conocidos como chilobos, los cuales son machos y hembras y su aspecto de distingue por ser seres muy peludos, con colmillos y pechos gigantes. Estos seres “horripilantes” suelen devorar a los humanos, para evitar correr esa suerte, las personas se deben untar miel sobre su cuerpo (García de León, 1969: 292-297). A continuación, reproducimos un fragmento de una narración sobre estos seres sobrenaturales, recopilada por García de León en 1977 (84-87), y que es contada por los habitantes de Pajapan, un pueblo en la costa suroriental de Los Tuxtlas:
Allá vi un animal muy grande que me estaba comiendo las calabazas. Lo encontré y lo seguí, cuando lo fui a hallar sobre una piedra en donde estaba acostado, ahí con su pelo enmarañado, le di un tiro, pero no le hice nada.
Después se fueron cinco […] a ver por dónde estaba acostado. [Vieron] que hay un agujero, una gran cueva. Aquí donde el chaneco habita. Vieron donde tenían, aquí entre otras cosas, dos cabezas truncadas. Aparecen comiendo muchos animales en su Ta:logan. ¡Cuán gimen y cómo braman! Ahí andaban dos con sus mujeres chilobos.
Mandaron [a] un muchachito. Lo amarraron de la cintura, [y] lo embadurnaron de miel. Lo soltaron en el Ta:logan. Se fue a donde estaba el chilobo con su mujer.
Llego ahí, lo vinieron chupando al muchacho porque estaba dulce por la miel. Ahí lo vinieron jalando, lo vinieron jalando... El muchacho logró salir a la boca de la cueva. Después de que salió, vio que empezaron a salir los chilobos también… Algunos vieron la oportunidad de darle un tiro…
Ahí dejaron que al muchachito se lo llevara nuevamente al Ta:logan. Ahora vamos a ver que le va[n] a hacer, cómo se lo va[n] a comer…
Asi se fue el niño al Ta:logan. Ahí lo tienen durante unos días, buscan los hombres la manera de sacarlo. Fueron a escarbar la cueva. Escarban con el espeque. Están destruyendo la cueva.
El muchachito oyó y gritó: “No nos destruyan la cueva porque nos va a aplastar la tierra. Váyanse porque aquí en el Ta:loganhay muchas cosas… Estoy bien, estoy comiendo mejores comidas que las que comía afuera en el mundo. Váyanse, saldré cuando esté durmiendo el chilobo con su chiloba.”
Así salía al exterior, pero sólo a bañarse. Como sabe que con ellos come muy bien, va nuevamente al anochecer, regresa a dormir ahí…
Figura 1. Monumento 1 de San Martín Pajapan. Se le ha relacionado con el Dueño de los Animales.
La mar
La diferencia con la visión del mundo de los nahuas del altiplano reside en que no encontramos referencias al plano celestial, sino más bien al mar. Este es un elemento del paisaje costero que ha jugado un papel tan importante en la vida de los habitantes de la costa que hasta se le concibe como un nivel del cosmos. En lamar existen duendes y chanecos de agua que les caracteriza tener cola de pescado y que, de igual manera, “son regidos por el Dueño de los Animales y en sus casas acuáticas utilizan a las tortugas como asientos” (García de León, 1969, 298). Existe también la idea que en la medianía del mar gobernaba las mareas un Príncipe Tortuguita:
Se dice que una vez vivía en la tierra un muchacho que no se quería casar; sus padres lo obligaron a hacerlo y se casó. El joven no tocaba para nada a su consorte y durante la noche se convertía en una tortuga y salía, para retornar al amanecer. Su mujer le reclamó y el joven -convertido en tortuga- se fue un día sin regresar. La mujer le tenía un gran amor y fue a preguntar el paradero de su esposo a casa de los “más sabios”: el Viento Norte, el Viento Sur y la Brisa. Fue primero a casa del Viento Norte en donde la recibió su esposa; ésta la escondió en una olla mientras el marido llegaba y comía. Después de comer, el Viento Norte olió carne humana (de su especial predilección) y descubrió a la joven. Esta le dijo que buscaba a su marido y el Viento Norte le contestó que él sabía dónde estaba, pero que la llevaría con él a condición de que le diera sus dos nalgas para comerlas. La joven aceptó y el Viento Norte la llevó con sus dos hijas, las Águilas, que le comieron las dos pantorrillas. La pobre mujer incompleta fue llevada en el lomo de las Águilas a la casa que el Príncipe Tortuguita tiene en “la medianía del mar”. Traspuso los siete cerrojos de esa casa y se reunió con su marido; desde entonces ambos tienen la “llave del mar” para controlar las mareas.
La tortuga es un animal que está presente constantemente en los relatos y en el imaginario mítico de los pueblos nahuas. Los de Michoacán, por ejemplo, piensan que ellos llegaron por el mar en unas tortugas (figura 2) desde Cualchiuihtlahpazco, “El recipiente de jade”, en la Isla de los Sacrificios, hasta Chalchicueyehcan, “Donde la diosa de las faldas de jade”, en la zona centro de Veracruz (García de León, 2011: 32).
Figura 2. Códice Jucutacato. Arribo mitológico de grupos nahuas sentados en unas tortugas desde Cualchiuihtlahpazco.
Consideraciones finales
Lo importante a destacar del brevísimo pasaje del mito del dios del maíz o Hōmxuk, es que el pensamiento indígena -ya mediado por la interacción del pensamiento cristiano-, explica la creación y razón de ser del plano terrenal en el sur de Veracruz. Así, a lo largo del mito podemos encontrar muchas explicaciones de la naturaleza y de los animales del plano terrenal. Un acto de reactualización ritual de este mito se encuentra en la danza de la basura o del muerto entre los popolucas de la Sierra. Entre todos los elementos del ritual, los familiares del difunto queman sus pertenencias y mientras estas arden, ellos brincan siete veces sobre el fuego. A mi padre, popoluca de Piedra Labrada aún le tocó en su juventud hacer este ritual en el funeral de su hermano menor. Este mito tiene una semejanza al del dios Quetzalcóatl del altiplano, el análisis puede hallarse en un texto de Alfredo Delgado Calderón (2015: 12-22).
El relato del niño que es criado por los chilobos ayuda identificar algunas características enunciadas sobre lo subterráneo del cosmos de los nahuas y popolucas del sur. A saber, que al Ta:logan se puede entrar por una cueva y que adentro de él hay un espacio de abundancia en cuanto a comida, animales y que es habitada por seres “extraños” al mundo exterior. Sin duda, esto es un correlato del Tlalocan de los nahuas del altiplano donde lo conciben como la gran bodega del universo donde se guardan semillas, aguas y todo lo fértil. Esta idea de los cerros y que adentro es un espacio donde residen seres sobrenaturales tiene su origen en épocas precolombinas, pero con la irrupción del mundo occidental se transforma: la figura del Mono Blanco, el cual es una forma del diablo católico, habita debajo los cerros, o por ejemplo, en el cerro del Manatí, en el ejido El Macayal, escuché a inicios de 2021 la versión de que El Encanto o “el gorila” habita dentro de este antiguo centro ceremonial olmeca y que, cuando el cerro abre su encanto, este ser sobrenatural toca la jarana para atraer a los hombres y mujeres para que vayan a bailar fandangos hasta el amanecer, o, dejarlos atrapados ahí en su interior.
En cuanto a la medianía del mar se muestra que es un espacio de la realidad material recubierto de ese mundo simbólico creado para explicar fenómenos, como por ejemplo, la marea, y en esa media, las actividades como la buena pesca. Aún en las costas los indígenas piensan que es necesario ofrecer copal blanco mientras se reza una oración para que los peces sean abundantes. Esta resina es el alimento preferido de los chanecos tanto de tierra, como de agua. También en esa medianía del mar se encuentra el Señor de los Rayos, pero su importancia se ve opacada por “Cecēc Ehēgat Tzitzimilamah, ‘la vieja demonio del viento frío (viento norte)’, asociada a la vegetación y al crecimiento de las flores, la que teje bienes y calamidades, y aun huracanes en un cósmico telar de cintura amarrado al Xōchicuahuit, el árbol florido del centro del universo”, de ahí que se piense que los famosos nortes, así como huracanes, son generados por esta deidad, una advocación de la diosa Xochiquétzal, patrona de las tejedoras (García de León, Op. cit.: 442).
Como muestro, a partir de algunos mitos que se han resguardado en la oralidad y la memoria de los pueblos indígenas del sur de Veracruz se ha podido sustraer, sorteando las influencias del mundo cristiano que incidió sobre el pensamiento indígena, la imagen del mundo, la visión simbólica de la realidad que le da sentido a los ríos, montañas y mares encantados del universo sobrenatural de los popolucas y nahuas que habitan la costa de los lugares rodeados de aguas.
Bibliografía consultada
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Wichmann, S., Beliaev, D., & Davletshin, A. (2008). Posibles correlaciones lingüísticas y arqueológicas vinculadas con los olmecas. En M. T. Uriarte (Ed.), Olmeca. Equilibrio y perspectivas. Memoria de la Primera Mesa Redonda (págs. 667-683). México: UNAM, CONACULTA, Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo y BYU.